En el blog EL ATMAN, se puede escuchar un poema de MARIO BENEDETTI que dice "no te salves". En teoría, un imperativo fácil de cumplir. Siempre me he enfadado cuando, una y otra vez, oía en en las noticias que unos padres pegaban a sus hijos, o los abandonaban a la desnutrición, hasta la muerte. ¿ Y la familia, y los vecinos ? Qué gratuito es hablar. El otro día, me metí en un lío por " no salvarme". He aquí lo que me pasó : (cambio de color, ese rojo es horrible)
Concentrada en mi sudoku, estoy esperando mi turno en el centro de salud. Llega una mujer con una niña de unos 4-5 años y preciosos bucles negros. Es evidente que la mujer no está bien de la cabeza. Está regañando a quien quiera oírla que ¿por qué la han citado aquí?, que no entiende nada del maldito papel que lleva en la mano. Yo que hasta ahora estaba sola, no le hago caso. Pero, sí, observo desde el rabillo del ojo derecho. La niña hace ademán de explorar y descubrir lo que puede esconder de interesante el pasillo desierto. La madre le da un tirón, y la hace sentarse en el banco. ( De paso : ese banco es un verdadero suplicio para mi columna vertebral). La niña pliega las piernas, y pone los pies en el banco. Baja los pies enseguida, le grita la madre.
Conozco muy bien la reacción de la niña. Siente la tormenta que se acerca. Se tiene que proteger. El miedo le pone la mente en blanco. Se cuaja. No ver : cierra los ojos. No llorar : aprieta los dientes. No sentir : sus manitas son ahora dos duros puños. Está paralizada, no baja los pies. TE-HE-DI-CHO-QUE-BA-JES-LOS-PIES; y con cada sílaba, la furia le pega un tortazo.
- Señora, pare, le está haciendo mucho daño.
- Y tú, por qué te metes.
- No soporto que haga USTED daño a la niña. No pretenderá USTED que presencie como maltraten a un niño, y me calle.
- Ésta es mi hija, y la pego cuando me da la gana.
- Pues, la ley europea prohibe pegar a los niños.
- Ja, la loca ésta, me va a decir a mí que no puedo hacer lo que quiero con mi hija. Europa, ja, una mierda. ¡ Flipada ! (os juro que, en este momento, un rinconcito de mi cerebro se pregunta si este insulto, que no ha oído nunca hasta ahora, viene del inglés "to flip", o quizás del alemán "ausflippen" que probablemente a su vez viene del inglés "to flip", al igual que el verbo francés
" flipper ").
- Señora, cálmese, tan poco es para tanto.
Vaya escándalo. Yo ya ni le contesto, pero ella sigue.
- Gilipollas, loca flipá. Se nota que no tienes hijos. Mírala, como se nota que no tiene hijos. Decirme a mí que no pegue a mi hija, si ella no tiene hijos.
Vacilo un momento. ¿ Miento y le digo que tengo 6 hijos y 12 nietos ? No, no digo nada. Intento volver a mi sudoku. Mas, la furia no me deja centrarme. Ahora se levanta, se me acerca demasiado para mi gusto, y, peor aún, me amenaza.
- No, señora, a mí no me amenace, y sobre todo, no se me acerque. Si no, llamo a la policía.
- Ja, y ahora la policía, ja. Que no te encuentre por la calle, flipaaá.
Merde, pienso. Ahora sí que tengo miedo. La drogadicta ( he llegado a esta conclusión, la tía tiene un principio de mono, además el color grisáceo de su piel no me gusta nada) me va a dar un puñetazo de un momento a otro. Saco mi móvil con manos temblorosas.
- ¿ Policía ? Oiga, por favor, me encuentro en el centro de salud. Hay una mujer que lleva 15 minutos insultando y amenazándome. No hay manera de hacerla parar. Estoy asustada.
Merde et remerde. Acude el marido, un armario macizo de hombre. Menos mal, tiene cara de buenín. Y detrás de él, mi salvación, un policía con paso dinámico.
- ¿ Qué pasa aquí ?
- Mire, agente, esta señora....
- La loca flipá, está, dice que la he insultado y que he pegado a la niña. ¿ Cariño, mamá te ha pegado ?
La niña se tapa los oídos con los puños. No contesta.
- Su DNI.
- Encima llama a la policía. Hay que ver con la flipá. Dice que hay testigos, ja (¿¿??)
- Cállese y enséñeme el DNI.
Me llama el doctor. No se asoma. Lo hace desde su escritorio. Le pregunto al policía guapetón si puedo irme. Claro que sí, dice.
- Hola, C.C.. ¿ Qué pasa ? Estás tiritando.
- Pues sí, doctor.
Y le cuento la faena.
- Hiciste bien. Estaba con un paciente. No podía salir de la consulta.
- No, ni usted, ni ninguno de los muchos empleados del centro de salud.
En mis adentros, pienso : " qué bien os habéis salvado todos". Pero, y si vuelvo a encontrarme en una situación similar "¿ me salvaré yo ? ". No lo sé.