domingo, 15 de mayo de 2011

EL COLMO DE LA IDIOTEZ


Tengo el privilegio impagable de vivir cerca del mar. Cada mañana, doy un paseo de unos 40 minutos a lo largo de la bahía, siendo mi meta la tabacalera del puerto. Ando, disfrutando de la belleza de este trozo de Mediterráneo que cambia de morfología y de colores a diario. A lo lejos, pasan los gigantes cargueros repletos de coloridos contenedores, más cerca, algunos elegantes veleros y, volviendo de sus largas faenas, los pesqueros perseguidos por nubes de escandalosas gaviotas.

Esta mañana, aparcaba un camión en el paseo marítimo. Me intrigó verlo ahí, pues este " paseo ", como bien lo insinúa la palabra, es totalmente peatonal. Cuando llegué a su altura, olí y vi que perdía gasolina goteando del depósito. Ya se había formado un charco de unos 50 cm de diámetro. " Jolín ", pensé, " basta con que alguien tire una colilla para que se monte una película de acción tremenda ". Se lo señalé al hombre que estaba limpiando la fachada del museo con una Kärcher, y me confirmó que el vehículo era suyo.

Tengo un reflejo que no falla nunca, y es que, siempre que me topo con alguien en apuro, enseguida algo me empuja a buscar una solución a su problema (mi marido me diagnostica   un " síndrome de Buen Samaritano " que a veces nos mete a los dos en líos ). En aquel momento, esta mañana pues, pensé que yo podría pedirle algún cacharro a la chica que lleva el museo, o una lata vacía a uno de los camareros de los muchos restaurantes del lugar. " Déjalo , boba, seguro que este hombre sabrá ayudarse a sí mismo " me dije y seguí mi camino, pensando que en Alemania ya habrían llamado a los bomberos para tapar la mancha de gasolina con arena, y, probablemente vaciar el depósito defectuoso.

De regreso, vi que el hombre seguía con su trabajo.  Miré hacia el camión. Imaginad mi asombro : debajo del depósito, había UNA PEQUEÑA CAJA DE CARTÓN.