martes, 9 de noviembre de 2010

EL PALOMAR

Qué ha sido de ti, niña preciosa, rizos de cobre, ojos de jade.
Tú no conocías la maldad, el diablo y sus acólitos humanos. Tus compañeros eran la inocencia, el cariño, las risas.

En la calle, jugabas con los niños de canela de tu barrio ; tu melena, rayo de luz, en medio de la oscuridad de las suyas. Todos te querían. El hombre sonriente de enfrente también te quería. Con un gesto mágico, sacaba un caramelo de su bolsillo, y siempre te lo regalaba a ti. En tu casa, no había caramelos. Mamá ponía a hervir agua y azúcar hasta que se volvieran puro ámbar. Entonces, vertía el dulce líquido en la concha que te había regalado la mar. Quieres ver el palomar, pregunto el hombre sonriente de enfrente. Cogió tu mano, cruzasteis la calle. En el portal charlaban Aísha, Fatma, Zora, mujeres de sábanas blancas. Por qué se callaron, por qué no te llamaron "guapa", por qué no acariciaron los reflejos dorados de tu pelo como solían hacerlo siempre que te acercabas a ellas. Tenemos que subir las escaleras, el palomar está en el tejado, dijo el hombre sonriente de enfrente. ¿ Son blancas las palomas ? Sí, muy blancas, como tú. Por qué metió el dedo en tu braguita el hombre sonriente de enfrente.

Huye, corre, mi niña preciosa, te susurró la voz, baja la escalera, cruza la calle, vuelve a casa.

Qué hacía mamá durmiendo en el suelo. Te acostaste a su lado, bien acurrucada contra su único pecho, y, chupándote el dedo, soñaste con los ángeles. Mamá está en el cielo, te dijeron esa misma noche. Con las palomas blancas, preguntaste. Sí, eso es. Odio las palomas blancas, gritaste.

Qué ha sido de ti, niña preciosa, rizos de cobre, ojos de jade.
Nadie lo sabe mejor que tú, me susurra la voz.